Deadman Wonderland
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Ficha de Tsumi

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Mensaje por Tsumi Mar Nov 02, 2010 5:29 pm

~ Tsumi ~


- Nombre: Sayumi Katanayagi, aunque ese nombre dejó de ser usado hace mucho tiempo. Ahora es conocida como Tsumi (Pecado)

- Edad: 17

- Sexo: Indeterminado Mujer

- Aspecto: Si nos fijamos primero en la constitución, podemos encontrar a una chica que roza el metro sesenta (1’59) y tiene complexión delgada, que no enclenque sino más bien fibrosa, formada por 57 kilos de peso. Vista así, nos encontramos en un primer vistazo con una media de lo más normal y común.
Sin embargo, es bastante llamativa gracias a su abundante cabello rojo, que cae en una lisa melena hasta más debajo de su media espalda. Tampoco su rostro, de facciones bonitas y femeninas, se queda atrás, otorgándola con unos grandes y bonitos ojos de un color indeterminado que varía entre una extraña combinación cromática entre el azul, el gris y quizás un poco de verde, colocados sobre una nariz pequeña, unos labios sonrosados y un rostro de aspecto ligeramente infantil. No obstante, toda esa belleza se arruina al fijarse un poco más en los detalles, tal como una mirada eternamente vacía y una torcida sonrisa –cuando no sádica- adornando sus labios de forma más que usual.
Imagen:

- Personalidad: Tsumi es una persona bastante extraña, debido a su enfermedad (padece cierta esquizofrenia). Usualmente mantiene un aire ausente de la realidad, que mezcla de forma extravagante con arrebatos más propios de un niño que de una chica de su edad. Esto quiere decir que, en un primer momento, resulta inofensiva. Pero solo en un primer momento. Una vez que se ha cansado de su compañía, esta no llama suficientemente su atención o simplemente se aburre –ya sea sola o acompañada-, empezará a desatar su lado sádico mediante juegos generalmente macabros o masoquistas. También tiene momentos de cambios bruscos, convirtiéndose en una persona agresiva de un momento a otro y pasando repentinamente a alguien extremadamente ciclotímico, o pasando de un estado de paranoia extrema a grandes ataques de risa sin sentido.

- Habilidad: Su rama del pecado se basa en crear placas de sangre sobre las palmas de sus manos (conectadas a estas por un pequeño pilar) de forma circular, imitando las cuchillas de las sierras mecánicas. Pueden variar de tamaño según la cantidad de sangre que emplee en ellas. Aunque trata de imprimirles movimiento como si de una auténtica sierra se tratase, hasta el momento es incapaz de darle una gran velocidad.


- Stats:
• Fuerza: 3

• Destreza: 2

• Inteligencia: 3

• Agilidad: 5

• Constitución: 3



- Historia:No siempre la locura ha de venir de un pasado doloroso o un fuerte trauma infantil. Los casos así son aislados, pero existen, está comprobado. Ni siquiera se necesita una vida muy dura para ello. Como el caso de Tsumi, la preciosa primogénita de una familia normal que residía en Shibuya.

Desde pequeña, ya demostraba cierto carácter extraño. Con dos años, solía sentarse delante de la ventana y mirar al exterior durante horas y horas, hasta olvidarse de incluso comer. En cuanto tuvo la edad suficiente para entrar a la guardería y pudo ir, siempre se sentaba apartada de los otros niños y no se juntaba con ellos a menos de que fuera completamente necesario. Cuando empezaron a caérsele los dientes de leche, ella en vez de ponerlos bajo la almohada como cualquier otro niño, los guardaba en un botecito de cristal y los contemplaba continuamente. Estos detalles preocuparon a sus padres en un principio, pero poco a poco empezaron a dejar de importarles hasta que ya a los seis años ella era casi independiente. Por otro lado, como ambos tenían amantes, se dedicaron por completo a sus vidas extramatrimoniales. Olvidando con ello la de la pequeña.

Cuando una familia está rota, es el niño pequeño el primero que se da cuenta. Tsumi se percató de ello mucho antes de que sus padres empezaran a tener sus amantes, pero nunca le dio importancia. Tampoco se la dio cuando su madre empezó a ausentarse de la casa cada tarde, para reunirse con su amante, mientras su padre trabajaba. Curiosamente, eso más que incomodarla o entristecerla le dio alas: cada tarde salía a la calle y adoptaba un gatito o un perrito abandonado, que llevaba a casa y cuidaba.

Sus padres, al ver sus intenciones inocentes y altruistas, se lo permitían (y también lo hacían para acallar esa incómoda voz de conciencia que les recriminaba el hecho de que su hija creía literalmente sola).

Sin embargo, ellos no sabían toda la verdad. Y es que al día siguiente, todas las mascotas desaparecían misteriosamente, sin razón alguna. Cuando se lo preguntaban a Tsumi, esta se encogía de hombros con tristeza y decía que quizás no le gustara su casa. Pero era mentira. Lo cierto es que, por lo general, acababan en el lecho del río o enterrados en el parque, después de ser ahorcados con especial crueldad. Algunas veces incluso descansaban en su propio jardín, sólo aquellos que le agradaban especialmente a la niña.

Porque si, ya desde la tierna infancia de seis años, el mayor entretenimiento de la niña era matar. Era lo único que aplacaba un poco aquella maraña que eran sus pensamientos infantiles, afectados por una esquizofrenia en vías desarrollo.

Perduró con esa rutina hasta que unos meses antes de su séptimo cumpleaños. Entonces, su madre y su padre habían intentado unir su familia de nuevo con el resultado de que esta había quedado embarazada. Y como consecuencia, la casa se llenó de amigos y familiares que querían acompañarla durante su nuevo embarazo, y por supuesto, recibir felizmente al nuevo niño. Esto, que en un principio no supuso problema alguno para su rutina –todos estaban más atentos de la futura mamá que de ella-, hizo que uno de sus abuelos se fijara en ella. En su pequeña nieta abandonada y ausente. Fue él el que descubrió sus brazos llenos de heridas que le causaban los animales mientras ella les asesinaba. Y fue por su culpa por la que no pudo continuar con sus juegos, ya que les había mostrado a los demás su estado y al final todos habían convenido evitar que saliera.

Por supuesto, ellos, o más bien él, lo hacían por su bien. Pero desafortunadamente el bien que ellos le deseaban era diferente a que ella buscaba. Y el no poder volver a sus hábitos hizo que cambiara su carácter y empezara a comportarse de forma violenta y enfermiza. Al principio, fue poco: un arañazo por ahí, otro por allá. Las uñas comidas hasta las raíces. Terrores nocturnos, insomnio, ansiedad. Al final acabó por desembocar en histeria y en una enfermiza obsesión por su abuelo. Por aquel que había hecho que el caos volviera a su mente. Luego entonces, él tenía que pagar.

Y lo hizo. Fue el día en el que nació su hermano pequeño, Akame, mientras todos estaban en el hospital. Salvo él, que quería permanecer ese día en la casa. Como ella era pequeña, decidieron que sería mejor dejarla también. Y cometieron un grave error.

Mientras el anciano dormía, ella se le acercó para observarle. Tras un largo rato en el que se percató de que sus manos no serían lo bastante fuertes para acabar con él, decidió emplear otro modo. Un modo diferente que, sin embargo, la exculpara a ella después. Se le ocurrió entonces hacer uso de las pastillas del botiquín. Tras mezclarlas todas en un cóctel mortal, se las introdujo al anciano en la boca, que tragó la mitad dormido antes de despertarse y darse cuenta. Pero entonces ya era demasiado tarde, porque ella apretó sus manos contra la boca del hombre para evitar que pudiera vomitar. El forcejeo fue rápido. Pronto el cuerpo del anciano empezó a convulsionar y la naturaleza siguió su curso.

Esa noche, al llegar, encontraron a la pequeña Tsumi sentada en el suelo del salón, jugando con sus muñecos, y a su abuelo en el cuarto, ahogado por sus propios vómitos. A pesar de que se podían percibir pequeños hematomas del tamaño del dedo de un niño, nadie hizo comentarios al respecto y todos lo tomaron por un suicidio. Tsumi guardó como trofeo parte de su dentadura postiza, a la que le arrancó los dientes para hacerse un collar.

Y el tiempo volvió a pasar, lenta, perezosamente. Todos los familiares volvieron a sus hogares y ella volvió a su vida enfermiza. Sin embargo, algo había cambiado. Ya matar animales apenas le daba emoción. No. Necesitaba algo más. Volver a matar a un humano. El siguiente, entonces, fue su hermanito. O lo habría sido, si el terremoto no hubiera llegado.

Ella había planeado el asesinato de su hermano aprovechando la hora de dormir de su madre. Entonces, se había deslizado al cuarto de ambos y había empezado a contemplar al bebé durmiente. Justo cuando sus bracitos se deslizaban entre los barrotes de la cuna para ahogarlo contra su almohada, la tierra empezó a temblar y el mundo se le vino encima. Literalmente.

Sólo reaccionó de nuevo horas más tarde, para darse cuenta de que estaba atrapada en lo que anteriormente había sido la habitación de su madre. Había sacado, no sabía cómo, uno de los brazos de la trampa en la que se había convertido la cuna, pero el otro no había tenido tanta suerte y presentaba una postura anormal. Tampoco ayudaba mucho la barra que lo atravesaba. Sin embargo, eso no fue lo peor. Lo peor fue ver a su madre y a su hermano muertos, aplastados por escombros de los que ella, milagrosamente, se había salvado. El terremoto los había matado. Antes de que lo hiciera ella.

Empezó a gritar descontroladamente, furibunda de que eso fuera así. Era injusto, de lo más injusto. Ella quería matarlos, eran sus víctimas, no las del terremoto. Tenían que haber muerto en sus manos. ¡En sus manos! ¿Entonces por qué la miraban burlonamente con aquellos ojos vacíos? Porque el terremoto les había arrebatado sus vidas antes que ella. Y la había dejado atrapada con ellos, para que viera su fracaso. Y eso hizo que por primera vez liberara completamente su locura.

Duró atrapada tres días. Al cuarto, por el amanecer, un equipo de salvamento la localizó y retiraron los escombros. Y se encontraron con unos cadáveres desfigurados y ensangrentados, como si alguien se hubiera ensañado con ellos de forma brutal. También les faltaban trozos, en los que encajaba la boca pequeña de la niña que había aparecido cubierta de sangre junto a ellos, en aparente estado de shock. Sin embargo, ellos también decidieron pasarlo por alto aquella macabra obra, para llevar a la niña al hospital. Sin embargo, no duró demasiado tiempo allí antes de que la enviaran a un manicomio, tras ver sus cambios bruscos de humor y su creciente enfermedad. Y también por el hecho de que intentara matar a tres pacientes y dos enfermeras.

Fue allí, en el manicomio, donde se percató de que algo había cambiado en ella –salvo el hecho de que había desarrollado un malsano gusto por tocar la sangre humana-. Lo descubrió en una celda de aislamiento, mientras se mordía el labio y se manchaba la camisa de fuerza. Se percató de que a veces la sangre se movía de la misma manera que ella deseaba. Como si su voluntad la dominara. Eso hizo que de pronto su personalidad volviera a variar. Aquella noticia pareció apaciguar sus instintos asesinos, ya que disfrutaba de jugar con su sangre, tratando de controlarla. Cuando la sacaron de su aislamiento, dos años después, se había convertido en alguien manso como un corderito. Y capaz de manejar su sangre para hacer formas circulares y algunos movimientos.

Curiosamente, fue la vuelta a la compañía lo que hizo que subiera a su siguiente nivel. Se empezó a preguntar si su sangre podría matar, por lo que empezó a hacer experimentos. Ya las formas y los movimientos no bastaban. Quería herir, dañar, ver hasta dónde era capaz de ejecutar su poder. Curiosamente, pronto descubrió que podía crear diferentes tamaños, que era más fácil hacer las formas son sus manos y usando estas de apoyo y que era capaz de cortar la tierna carne de los demás. Fue entonces cuando empezó la época negra de su “hogar”, en la que internos resultaban heridos por elementos cortantes que no aparecían por ningún lugar. Eso duró un total de seis años, hasta que ella fue descubierta junto a un cadáver con el que se le había ido la mano, jugando con sus entrañas. Entonces decidieron trasladarla directamente a la prisión de Deadman Wonderland, ya que temían que acabara por descontrolarse.

Sus informes llamaron la atención del equipo directivo de la cárcel, que pronto supuso de dónde había sacado el arma sin identificar de la que hablaban los enfermeros. Así, tras su llegada a la cárcel fue enviada al módulo G.

Donde habría gente con la que jugar, o eso fue lo que le dijeron mientras la llevaban a las entrañas del lugar.


- Extras:
• Tiene cierta obsesión por las cajas de música.
• Adora comer dulces, de hecho es capaz de matar por ellos.
• Ha desarrollado aversión por los hombres mayores.


Última edición por Tsumi el Mar Nov 02, 2010 6:33 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Daisuke Ryo Mar Nov 02, 2010 6:04 pm

Edita sobre lo que te hablo Luka de los stats, te recomendaría sacarle destreza un poco y dejar por lo menos fuerza 3. O si prefieres cambiar a proyectiles, me da lo mismo. Sigo con ganas de violar a tu Pj
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Mensaje por Tsumi Mar Nov 02, 2010 6:42 pm

Una cena y un harakiri después, stats incongruentes editados.

Me siento honrada (?)
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Mensaje por Daisuke Ryo Mar Nov 02, 2010 7:37 pm

Plah! Esta parfait!

Tu ave es!


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Mensaje por Deadman Wonderland Mar Nov 02, 2010 8:51 pm

*Pegandole una cachetada en la nuca a Lavi*

Deja de mirarle los pechos Tsumi, ¬¬.

Okey, cada sierra te costara 30 de sangre, solo quiero que me dejes aclarado si sin unas "sangremotosierras" o si son algo distinto, por que esa es la imagen que tengo de tu Branch of Sin.

Ya te hago la hoja de personaje.
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