Noche, libros y... ¿sangre?

La luz parpadeante de una bombilla a medio gastar procedente de una de esas solitarias lamparitas de mesa era el único rastro de luz que se podía ver en la biblioteca. Temblorosa, iluminaba de zona irregular el pequeño círculo de luz que producía, creando macabras sombras entre las estanterías de forma irregular, y dejando al resto de los recovecos en total oscuridad, dejando espacio a una imaginación paranoica para crear las más retorcidas suposiciones.
Sin embargo, la pelirroja no parecía verse afectada por aquella escena propia de una película de terror. Tumbada sobre la mesa bocabajo, con los codos a ambos lados de un libro de brillantes ilustraciones que solo sabía Dios cómo había ido a parar a un lugar como ese, contemplaba los dibujos con un brillo en la mirada típico de la ilusión infantil, mientras que sus labios se movían lentamente formando palabras que rebotaban una y otra vez entre las estanterías, creando cierto eco en la silenciosa biblioteca.

Take my hand and let's end it all,
She broke her little bones,
On the boulders below,
Take my hand and let's end it all,
Broke her little bones.
On the boulders below,
And while she fell I delightfully said...

Una de sus manos tamborileaba en sus mejillas el ritmo, mientras que su cabeza se movía hacia los lados al compás de la música, de forma cuanto menos extraña. Lentamente, bajó la mano para pasar de página, sacando a la luz un nuevo dibujo de animalitos que recorrió con los dedos. Después, alzó la misma mano para tocarse la mejilla, donde solo quedaban las pálidas cicatrices del ataque de los sombríos. Una risa floja se mezcló con las letras de la canción.

Lalalalalalalala, lie, lie, lie...

caminaba extraña mientras buscaba aquel libro que tanto había llamado su atención aquella mañana... Se detuvo al ver una silueta y al acercarse logró vislumbrar a una pequeña pelirroja leyendo curiosa un libro y cantando una canción que junto a la escena parecía un simple rito...sonreí al descubrir de quién se trataba...
-¿que haces aquí Tsumi?... Sabía bien que no estarías dormida pero ¿Aquí? ¿En la biblioteca?... Hay mejores lugares para hacer travesuras ¿no cres?
Recargue mi cuerpo en un estante mirando atenta los movimientos de la pequeña diablilla que estaba frente a mi...

La voz la sacó de su pequeño lapsus de retorcida fantasía, haciendo que levantara sus ojos de los dibujitos de animales hacia la persona que había hablado, a la que escrutó de arriba a abajo con una mirada vacía, hueca, durante varios segundos. Después, parpadeó a su particular manera, haciéndolo primero de un ojo para segundos después hacerlo con el otro, recreando un efecto cuanto menos extraño. No obstante, sus labios no dejaron de entonar la canción, bajando del tono infantil a uno más aterciopelado de forma paulatina, hasta que la última letra quedó susurrada, levantando apenas eco. Tampoco demostró intenciones de ponerse de su sitio, ni siquiera de cambiar de postura.

Una vez que satisfizo su curiosidad, subió la vista a los cabellos blancos que brillaban ligeramente a la luz, torciendo la cabeza. Le gustaban esos cabellos, de la misma forma que le habían gustado los cabellos negros de la chica del parque. También se fijó en los ojos, del color de su cabello, que brillaban divertidos. Entonces se molestó en buscarle sentido a las palabras de la chica, que habían quedado relegadas a un segundo plano de su dispersada mente.

La había llamado por su nombre, lo cual implicaba que la conocía. ¿Lo hacía? Trató de pensar en ello, pero a su cabeza sólo la rondaban imágenes de animalitos decapitados y sonrisas de tiburón. No le dio más importancia entonces, pasando a digerir la segunda pregunta.

Entonces, una amplia sonrisa infantil de dibujó en sus labios, iluminando la mitad inferior de la cara, ya que sus ojos permanecieron igual de vacíos que antes,

- La sangre brilla igual en to-o-odas partes- respondió, siguiendo con la voz los patrones de la canción ya terminada.- Y la luz atrae a las presas- añadió con alegría, ladeando la cabeza hacia el lado contrario al que la había movido anteriormente, como si esperara que tras la chica aparecieran muchos animalitos como los de las ilustraciones que aun acariciaba. Por un momento el silencio reinó tras sus palabras, demostrando que sus ilusiones no se harían realidad en ese momento. Entonces, se incorporó de la mesa dejando cuidadosamente su libro abierto y se acercó a la chica hasta estar frente a ella a menos distancia de la cortés. Como era bajita comparada con la otra, se puso de puntillas y se inclinó graciosamente sobre ellas, quedando en un equilibrio más que precario.- Eres un pájaro bonito. ¿También has venido a cazar?

Tenia una extraña fascinacion por aquella niña tan popular en aquel lugar... Sus travesuras eran ciertamente algo interesante, sonrei tras sus expresiones... Dijo algo sobre la sangre que pase por alto, su pelo de un rojo intenso parecían dar el reflejo a mis ojos... Se puso de pie dejando su libro abierto... Se acercó a mi y me dio un cumplido sonreí secamente y suspiré... Tras su cumplido vino una pregunta ¿Cazar? Yo no cazaba, al menos no algo que no fueran hombres... Solté una carcajada tras ese pensamiento y tras eso di pasó a un silencio momentáneo...
-no, sólo me paseaba esperando encontrar un libro interesante... Pero jamás creí encontrarme con una de las pocas sí no es que la única chica aparte de mi, debes ser una persona interesante de conocer... Después de todo tú estas aquí por algo... O es acaso que como yo comenzó a verle diversión a la sangre... Ya sabes... Sangre tras un puñado de suplicas y de gritos...
Calle un momento y comencé a caminar entre dos estantes buscando un título interesante...

Permaneció en su postura aun cuando la otra se dio la vuelta y desapareció entre la estantería, dejando un rastro de brillos blancos entre los libros con cada vez que sus cabellos dejaban que la luz los volviera a acariciar, con su característica expresión ausente y la vista fija en algún punto de la oscuridad, mientras pensaba en sus palabras. Aquella chica decía cosas raras acerca de estar ahí por algo relacionado con súplicas, gritos y sangre.

Le gustaba.

- ¿Te trajeron a ti por eso?- preguntó, a pesar de que era más que evidente por la cuestión comparativa que había realizado.- A mi me trajeron por jugar... para seguir jugando- añadió después de un rato de silencio, que había utilizado para deslizarse de nuevo hacia su pequeña isla de luz y animales, mientras una nueva sonrisa infantil aparecía en su rostro.

Se subió de nuevo en la mesa, ignorando la silla, pero en vez de tumbarse de nuevo se sentó como un indio y colocó el libro sobre sus piernas. Mientras acariciaba con las yemas de los dedos la cabeza de los dibujos,

- Chicas- mencionó de pronto, rememorando al mismo tiempo a la chiquilla a la que le había tocado los intestinos aquel domingo y el comentario de la peliblanca.- ¿Te gustan las chicas? A mí también. Sus gritos se escuchan mejor.

-los hombres son mis favoritos... Su fuerza se ve frustrada cuando están a punto de morir y reflejan su debilidad al mismo tiempo...
Sonrei tras mis remembranzas y salí de entre los estantes con un pequeño libro en mis manos, sus pastas eran muy viejas y el título casi estaba borrado del todo... Mire a la chica de nuevo sobre la mesa pero ahora con una postura diferente sonreí de nuevo y me senté en la mesa que estaba frente a ella, mi estatura era mayor así que simplemente deje mis piernas a un costado de la mesa como sí adoptará una pose de dios griego... Casi el libro y solté una carcajada...
-un libro que te enseña los secretos más oscuros de la magia... Amor, enfermedad... Pero no hay muerte... Que basura de libro... Lo creía interesante... Aunque podría ser la enfermedad con un toque de extremismo... ¿Cual es tú manera de "jugar"?¿ Con arma o sin ella?

Se había vuelto a sumergir en su pequeño mundo, cuando la otra volvió a hablar. Lo hizo acerca de los hombres, lo que hizo que la pelirroja recordara a los otros dos que habían luchado en el parque con ella. Ignoraba su destino, pero había escuchado que estaban mal. Bostezó, dejando que sus pensamientos volaran en otra dirección, indiferente, hasta que la chica apareció tras la estantería y se acercó al círculo de luz, sentándose justo frente a ella. Entonces, dejó de prestarle atención a las coloridad ilustraciones para fijarse en cómo sus caballos devolvían las lucecitas de la vacilante lámpara.

Definitivamente, algún día añadiría uno de esos mechones blanquecinos a su colección.

- La muerte no es bonita si no sale de tus propias manos- respondió, con tono de infantil obviedad, ante el comentario de los ausentes hechizos para matar, aunque de forma un tanto ausente.

Parecía estar en otro mundo, con sus ojos de nuevo vacíos y su expresión continuamente cambiante entre una sonrisa similar a la de un niño pequeño y una máscara inexpresiva. Sin embargo, pareció recobrar un poco la vida en cuanto escuchó la palabra "jugar".

- Arma... ¿Qué es un arma? Todo es un arma- se llevó un dedo a los labios, de forma pensativa, mientras que examinaba su otra mano a contraluz, en cuya palma todavía se alcanzaba a ver una pálida cicatriz por donde había salido una de sus sierras.- Todo vale cuando el miedo asoma en los ojos de las presas- murmuró, mientras utilizaba los dedos de la mano que había contemplado como piernas y los hacía vagar por la mesa. Entonces alzó la vista y le dedicó una mirada de candidez tal que quedaba fuera de contexto con sus macabras palabras.- ¿Verdad?

-verdad... -mi respuesta fue clara y se asomo tras mi sonrisa... Una chica como ella no tenía amigos sólo "objetos" con los cuales divertirse... Movi un poco mi cabello para que me fuera más cómoda mi vista hacia el lugar, observé un libro que estaba sobre la mesa en la que me encontraba no era el libro de magia que había tomado yo... Pues ese estaba justo a mi lado abierto, no, se trataba de un libro de gruesas páginas enmarcado en su pasta con una imagen lugubre pero atractiva de una chica desmembrada lo tomé y sonreí... Era gracioso como en esa figura representaban el dolor tan seco... Yo sí sabía lo que era el dolor... Claro que lo sabía... Mi mirada se torno opaca y vacía sonreí enfocando mi atención de nuevo a mi acompañante...
-supongo que... Compartimos muchos gustos por los "juegos"

Con el asentimiento de su acompañante, la sonrisa de la pelirroja creció hasta límites insospechados, creando una extraña semejanza con los sombríos con los que había luchado días atrás. Sin embargo, sus ojos se habían vuelto a dejar caer al papel, contemplando con abstracción los dibujos. Escuchó como la peliblanca se movía, demasiado lento como para llamarle la atención más que los dibujos. Las páginas volvieron a pasar, llegando a la última antes de tiempo.

Contempló la página en blanco que indicaba el fin e hizo un mohín. No le gustaba que aquello llegase a su fin tan prontamente. No obstante, se resignó y se limitó cerrar el libro y dejarlo cariñosamente en la esquina de la mesa. Habría un adorno más en la estantería de su atención cuando volviera a ella, y sería ese pequeño mundo de animalitos que tanto le había gustado. Entonces, se puso en pie y empezó a andar sin hacer ruido en las estanterías a las que la luz iluminaba, sin hacer ruido, como si fuera una sombra. Las recorrió con los ojos, vagando perezosamente entre ellas sin encontrar nada lo bastante colorido como para llamar su atención.

Al final, acabó cerca de la peliblanca, que miraba en esos momentos un libro situado en la mesa, con una expresión similar a la de ella cuando mataba arañas. Se acercó con el mismo silencio con el que se había movido, situándose a su espalda para ver lo que ella veía. Al ver la ilustración, se dio la vuelta, aburrida: ya había contemplado ese libro. Volvió a recorrer el sitio con la vista, solo deteniéndose cuando la otra habló, realizando una semejanza.

Emitiendo un gorgorito parecido a una risa, echó la cabeza hacia atrás.

- Entonces juguemos- respondió con simpleza, poniéndose de puntillas para coger un libro de las estanterías superiores cuya carátula parecía estar salpicada de sangre.- Será divertido- añadió, pasando por su lado con un bizarro andar de puntillas, en el que exageraba los pasos de forma cuanto menos grotesca.

Sus palabras hicieron que mis ojos brillaran de interes, tenia dias que no me divertia... observe sus ademanes algo grotescos y sonrei, era agradable aquel pequeño demonio sabia bien que yo podia ser su presa o ella la mia pero mientras cada una estaba respetando el espacio de ambas y solo teniamos una meta en comun... divertirnos.
Camine hacia ella y levante un tanto mi falda, dejando ver una pequeña navaja que destello bajo la luz de la pequeña lampara que daba casi sus ultimos destellos de vida...

-¿Alguna propuesta interesante?- dije sonriendo bajando de nuevo mi falda...- ¿o saldremos a jugar con los perros?

Continuó con sus extraños andares hasta su mesa, donde abrió el libro por el final (tenía esa costumbre) y empezó a retroceder páginas rápidamente, buscando algo que fuera de su interés en aquella obra, mientras la otra se mostraba pensativa. Justo cuando descartaba el libro tirándolo al suelo con un hábil movimiento de muñeca, la otra se puso en pie y caminó hacia ella.

Permaneció con la expresión neutra (ojos vacíos, labios tensos en una sonrisa exagerada), contemplando como aquella chica se acercaba, preguntándose si ella habría decidido jugar contra ella o con ella. ¿Qué importaba? Lo importante era jugar. A pesar de que enfocaba la cara, el movimiento de aquellas blancas manos hizo que desviara la mirada hacia las piernas, que empezaban a ser descubiertas paulatinamente, mostrando más piel blanca, conforme los delicados dedos subían la tela. Se le pasó por la cabeza que quizás quisiera quitarse la ropa para no mancharla, cuando la luz alcanzó algo que brilló con ella. Metal. Una navaja, para ser más precisos.

Ni corta ni perezosa, la pelirroja estiró la mano hacia la piel, tocando con la punta de los dedos el metal. No parecía sucumbir a la vergüenza ni al recato, como haría una persona en sus cabales. La voz le llegó, liberándola de la distracción por enésima vez y tras recorrer el arma con las manos alzó la vista, conforme la tela lo volvía a ocultar, volvió a centrar sus ojos en los de ella. Lentamente, su cabecita loca descifró las palabras lentamente, y cuando por fin las digirió, toda sonrisa de sus labios hasta ese momento pareció eclipsarse con aquella casi mueca que iba -casi, casi- de oreja a oreja que no auguraba nada bueno. Se puso es pie rápidamente, casi con brusquedad, acercando su persona demasiado a la de la peliblanca, volviendo a elevarse sobre sus puntillas para quedar un poco más cerca.

- Guau, guau- fue el único sonido que salió de unos labios que a duras penas deshicieron su gesto psicópata para emitirlo.

No obstante, sobraban las palabras para explicar esa respuesta.

su respuesta hizo que mi sonrisa se hiciera presente... Me acerqué hacia la puerta de aquella estancia y mientras caminaba tarareaba una melodía que me había escuchado hace unos días "solamente es un soplo más húmedo que el llanto, un líquido un susurro agua sexual"
Volví la mirada a la otra huésped del lugar y ladee mi cabeza con una expresión vacía... Pero a la vez lunatica...
-esos pequeños cuadrupedos estarán en el patio... ¿Vamos?
salí del lugar aún tarareando aquella ilustre melodía...

Off: supongo que hay que abrir uno en el parque... Y pues ¿te parece sí lo haces tú?

Como toda respuesta, la peliblanca solo recibió una sonrisa que no alcanzó a percibir porque estaba de espaldas. La pelirroja dio un pequeño salto de alegría, sin embargo en el último momento dio un giro de ciento ochenta grados para encarar a la mesa, de la cual tomó el pequeño libro que había dejado apartado antes. Con manos amorosas, sacó un trozo de tela de uno de sus bolsillos y lo rodeó con él, enganchándolo a su cintura. tras asegurarlo.

Tras eso, salió de aquel lugar con naturalidad, dando pequeños pasos mezclados con vueltas de baile y alguna que otra pirueta extravagante más, mientras tarareaba canciones raras sobre cuerpos ardientes y fuego. Y así, la biblioteca de quedó en silencio, solitaria de nuevo, no dando más pista de la existencia de aquellas dos chiquillas que una isla de luz y dos libros fuera de sus lugares, acusatorios de que, antes, algo había estado ahí.

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